lunes, 9 de marzo de 2009

El mundo alrededor de una Rawlings

Esta semana todos nos encontramos en un gigantesco estadio de pelota. Cuba entera y gran parte del mundo bailan al ritmo de la Rawlings. La gente le dice bate a la cuchara, ponche a los desengaños amorosos, base por bola a la "botella", home run a los ascensos, etc. Mi papá está trepado en la azotea desde el sábado. Dice que realiza entrenamiento de altura por si a Cuba le hace falta un cerrador.
Mi papá tiene casi sesenta años. Es otro de esos cubanos que vive la pelota como si fuera la vida. Sufrió muchísimo la derrota en el pasado clásico. Muchos pensaron, después de derrotar a Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, que los chicos del Sol Naciente, eran pan comido. No fue así.
También calentó las nueves entradas que duró la agonía frente a Sudcorea. Hablo de la pasada Olimpíada. Imagina que la mayor parte de ustedes, los que están dentro y los que están fuera, sientan lo mismo. No por gusto las calles se han llenado de directores de barrio, bateadores emergentes, relevistas natos, coach aficionados.
Ayer por la noche hacía un frío de mil demonios. Sin embargo a las doce de la noche en el parque de mi pueblo habían unos cuatro o cinco trasnochados analizando el problema de Australia contra México. Uno de ellos habló de la teoría de las probabilidades. Otro fue menos profundo. "Los canguros se van del aire", dijo. La imaginación voló por encima de la realidad. Los de la Isla Continente apabullaron a los mariaches con marcador de nocao.
Ahora recordé los juegos de pelota en la canchita de Floro. Era para fútbol pero a nosotros eso no nos preocupó nunca. Una vez, bajo agua, el Guajiro se cayó y se partió un brazo. Entre todos lo llevamos al policlínico. A uno de nosotros se le encendió la bombilla. Le dimos dinero al Guajiro para que trajera hamburguesas de Santa Clara. No recuerdo si por fin llegaron. En definitiva no importó mucho. Casi todo el mundo dice que las esperanzas son malas consejeras pero buenas compañeras de viaje.

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